Los lectores aman las historias de ascenso, muerte y resurrección. Dan fe de ello los mitos griegos, la Biblia, Shakespeare e incluso las oligofrénicas crónicas deportivas de estos días. ¿A qué se debe esa necesidad del hombre por llevar al héroe al paraíso, después degradarlo hasta el último infierno para, al fin, salvarlo y redimirlo? Tal vez nunca lo sepamos, pero es evidente que en las historias de auge, derrumbe y vuelta a la vida, el ser humano encuentra sosiego a cierta pulsión eros/pathos que lo acompaña desde siempre. Pero… ¿qué ocurre cuando el héroe cae en el ocaso y la resurrección nunca llega? ¿Qué papel juega el hombre, el lector y la sociedad entera, cuando se entierra en vida a uno de los mayores artistas de su tiempo y se lo deja agonizar por décadas hasta el día de su muerte?