Diario del abandono, Leopoldo Brizuela Bosque Energético, 2024

Desde que comenzó su carrera, Leopoldo Brizuela fue un autor reconocido. Con solo 22 años publicó su primera novela, Tejiendo agua, que ganó el Primer Premio Fortabat en 1985. En 1999, obtuvo el Premio Clarín de Novela con Inglaterra. Una fábula. Y en 2012, el thriller sociopolítico Una misma noche ganó el premio Alfaguara. Ya en 2010 había publicado Lisboa. Un melodrama, y en 2018, Ensenada. Una memoria. Antes de morir demasiado joven, de leucemia, en mayo de 2019, Brizuela había dejado, además, su marca indiscutible como gestor cultural, con el rescate de escritoras mujeres más o menos invisibilizadas como Libertad Demitrópulos, Sara Gallardo o Elvira Orphée, había publicado cuentos sobre el genocidio indio y publicado una antología de relatos que abordaban la cuestión de la homosexualidad.

Durante su último año de vida, el autor nacido en La Plata, en 1963, se encargó de organizar su archivo personal. Entre esos papeles, en una bolsa roja de tela, estaba este diario. Conformado por textos íntimos y de contenido abiertamente homosexual, el Diario del abandono, redactado en tiempos poco propicios como los 90, resulta un ejemplo raro dentro de su tipo. Lejos de pretender registrar los pormenores de una vida, la escritura que se desarrolla en sus páginas durante esas tres semanas comprendidas entre el 26 de diciembre de 1990 y el 23 de enero de 1991, podríamos decir que la suspende. Escribir cada tarde, reconfigurando una memoria nueva de la infancia, constituye para su autor una suerte de indagación imprescindible para comenzar a vivir una vida auténtica. Impulsado por el psicoanálisis, Brizuela admite que debe elaborar un trauma del pasado —un abandono, precisamente, o lo que se sintió como— para dejar de re-vivirlo en cada relación amorosa.

El autor reconoce un “olvido del cuerpo paralelo al olvido de la infancia”  por lo que  cada jornada de escritura implica una capa que, lejos de cubrir, se quita, y escribir se transforma en un gesto que, por sobre todo, devela. En ese movimiento, claro, se repone el cuerpo.

Sabemos que la revelación del episodio que originó el trauma se produjo en el transcurso de la terapia psicoanalítica (práctica que el autor sostenía desde el giro que dio su vida en 1988 cuando abandonó casi todo lo que tenía para comenzar de nuevo), pero entendemos que Brizuela necesita elaborar el descubrimiento haciéndolo pasar por el tamiz de sus propias palabras. “Es cierto que el psicoanálisis me ha servido de ayuda para develar esta compleja red de sentimientos” escribe en la primera de sus entradas. “Pero quiero pensar con mis palabras; de otro modo no podría cambiar nada”. Escribe:

La misión del texto ante las causas de la angustia no sería otra que la de ayudar a elaborarla cada vez mejor, disecarla, enfrentarla hasta encontrar su hipotético carozo también otra utopía huidiza. Quienes dijeran que desenterrar los hechos angustiosos de mi infancia no es el buen camino porque no calmaron la angustia, escuchen mi respuesta de hoy: quizás no sea, no, el mejor camino, pero es el único que se me abre y el único en que sé que seguiré. ¿No estoy en él, según he visto, desde la infancia?

Así, mientras posterga, elabora, mientras demora, se pregunta. Brizuela parece defender ya en los 90 eso de lo que, estos tiempos nuevos hiperveloces, insisten en despojarnos definitivamente: el derecho a pensar con nuestras propias palabras, a escribir nuestros textos, con cada una de las palabras —como pregonaba la maestra de la narración, Flannery O’ Connor— que estos reclamen.

En la entrada final del diario, con fecha del 23 de enero, 15 h., Brizuela escribe: “Esta escritura no tiene final. Pero este es el último día del pasado”.

Así, lo que intuimos desde el principio, lo confirmamos al cerrar el libro: si Diario del abandono nos revela algo, es menos un secreto de índole privada que el gran misterio de la escritura que, al desplegarse, da lugar a un lenguaje nuevo para el nacimiento de una historia nueva.

 

Rosalía Iturbe

Autora, Peces plateados

Enero editorial 2024