Un asunto de familia
de Luis Mangeri
La muerte no es necesariamente un final. Quizás lo sea para quien parte, pero los que siguen cargan con un pasado vivo en el presente. Escrita con una prosa ágil y directa, esta novela de Luis Mangieri nos vuelve a demostrar que, como indicara Freud, lo familiar es también el lugar de lo siniestro. Un pacto entre amigos resulta el disparador para una intriga que página tras página se vuelve más espesa y oscura.
Montada sobre una estructura policial, Un asunto de familia expone el conflicto por conservar cierta memoria, que permita sostener un mundo en el que los hechos y las apariencias han forjado identidades. La pesquisa hará lugar así a debates filosos, reflexiones crudas, dolorosas tanto para los personajes como para el lector. La lectura se convierte entonces en un desafío. ¿Cómo no sentirse interpelado cuando está en juego aquello que estamos dispuestos a reconocer?
Mangieri nos propone reflexionar sobre la diferencia entre el modo en que componemos nuestra biografía: lo verdadero, lo verídico y lo verosímil forman un tejido que reproducimos como un relato que nos explica, y así la legamos para que los que vienen construyan la suya. En esta trama se anudan mentiras y omisiones. Cuando algo nos obliga a desenterrar un secreto se despliega entonces una fría partida de ajedrez: cada jugador mueve sus piezas para obligar al otro a revelar un mísero dato de su estrategia. En esta historia, el objetivo parece más orientado a no perder que a ganar.
Mauro Lo Coco
Género: novela
Luis Mangeri
Nacido y criado en Parque Patricios. Desde siempre se dedicó a la narrativa aunque esporádiamente incursionó en la poesía. Fue finalista en el XVII Certamen Argenta Rubro Poesía y Letras Argentinas de hoy 2014. Colaboró con cuentos en la edición Sinfonía de eternos instantes y ojos sagrados miradas profundas.
Es autor de varias obras: Diario de un amor, Las chicas del quinto piso, La investigación.
Es un eterno agradecido a todos aquellos que de una u otra forma le ayudaron a formarse.
Escribir, a su criterio, significa vivir con mayúscula y a través de ello se considera un ser pleno.