Desvelados - Gloria Nieva

Sin tiempo de morir - Novela

Capítulo XIII - Carlos

 

La ciudad prácticamente ya no tenía secretos para mí, salvo los colectivos que ocuparían otra etapa. Durante las dos primeras semanas había salido diariamente a caminar por un barrio distinto. Todo muy bien si no fuera que comenzaba a aburrirme. Además debía conseguir dinero. Con los pesos que aún me quedaban, podía tirar otros quince días. Tuve la idea de escribir una carta al abogado. La deseché. No tenía ganas de comunicarme con alguien del pueblo. Me había ido sin avisar. Seguramente, estarían buscándome. Imaginé un paredón, y yo ahí; acribillado por las preguntas de todos. No tiene sentido, pensé, ninguna respuesta devolverá a mis padres. Decidí continuar con mi rutina diaria mientras no se me ocurriera algo distinto.

Un día sucedió lo inesperado. Me llamó la atención un grupo de chicos parados a un costado de una librería. Tendrían entre doce o trece años. Crucé de vereda para observarlos sin que lo notaran. Se comunicaban en forma extraña, al menos para mí en ese momento. Se los veía divertidos. Movían manos, brazos, todo el cuerpo. Daban la sensación de que manejaban marionetas. De pronto detuvieron los movimientos. Se ubicaron en fila e ingresaron a un edificio lindero a la librería. Tenía una bandera flameando por encima de la puerta. En la pared había una placa de bronce. Desde donde estaba no alcanzaba a leerla. Crucé nuevamente la calle como si fuera a la librería. Al pasar por el edificio leí la placa: Escuela para Sordomudos.

No voy a negar que por un instante me picó la curiosidad de saber cómo era esa escuela, pero continué caminando.

Al final ingresé a la librería. No era cuestión de que pensaran que yo andaba husmeando. Compré una birome y salí. Di una vuelta a la manzana; siempre lo hacía antes de tomar una decisión. Esa vez tenía que decidir: entrar o no entrar en la escuela. Decidí entrar.

Me ubiqué detrás de una columna, en una especie de hall. Desde allí distinguí cuatro piezas alrededor de un patio cubierto, supuse que serían las aulas. Me quedé unos minutos. Nadie ambulaba por los pasillos. Tanto silencio me abrumó. Cuando giré el cuerpo para irme, vi a una señora. Caminaba desde la entrada hacia mí. Era una persona mayor, que aún conservaba cierta belleza, si no hubiese sido por los cristales gruesos de sus anteojos. Hizo unas señas, no las comprendí. Moví los dedos cerca de mi oreja para indicarle que no era sordo. Entonces la mujer habló: ¿Busca a alguien? No supe qué contestar. “Soy la directora, ¿Quiere pasar a mi oficina?”, dijo y abrió una puerta que yo no había registrado. Acepté la invitación. Cuando entramos percibí un aroma agradable. “Es sahumerio ¿Te molesta?”, dijo mientras me acercaba una silla al escritorio. Indiqué un no con la cabeza y me senté. Sin esperar a que la directora hablase nuevamente, anoté en mi cuaderno:

Soy mudo no sordo

                 Quiero aprender a comunicarme

 

Gloria Nieva

Oriunda de la ciudad de Paraná. Formada en ciencias exactas. Escribe cuentos y novelas. Coordina taller de escritura para adultos. Cuentos premiados y publicados en antologías: “Un paso más” (Premio Edenor – Fundación El Libro 1995), “La duda” (premiado por Banco Supervielle – 2016) “El informe de las 15” (premiado por Yo te cuento Buenos Aires – 2017). “Línea abierta” (mención especial 2021 Banco Supervielle). En 2015 publica su primera novela “Sin tiempo a morir" - Editorial Fundación la Hendija.