Lejos de pretender registrar los pormenores de una vida, la escritura que se desarrolla en sus páginas durante esas tres semanas comprendidas entre el 26 de diciembre de 1990 y el 23 de enero de 1991, podríamos decir que la suspende. Escribir cada tarde, reconfigurando una memoria nueva de la infancia, constituye para su autor una suerte de indagación imprescindible para comenzar a vivir una vida auténtica. Impulsado por el psicoanálisis, Brizuela admite que debe elaborar un trauma del pasado —un abandono, precisamente, o lo que se sintió como tal— para dejar de re-vivirlo en cada relación amorosa.
Rosalía Iturbe