1° Ganadora del Concurso para lectores - Graciela De Mary

RESEÑA DE “EL MOVIMIENTO CONTINUO”

“El movimiento continuo” de Patricia Odriozola, deja a criterio del lector unir las páginas magistrales en las que recrea los anhelos y la derrota definitiva del señor Monseñor. Y no solo eso: desmonta con rigurosidad de historiadora las mentiras urdidas sobre él en pasquines deleznables, (¡ah, como despreciamos las mentiras de Ángela Kubrick!).

 

 La autora nos invita a conocer la existencia disparatada y gris de una persona que, más allá de las derrotas, busca su lugar bajo el sol. La densidad de esta historia nos transporta a un siglo XX turbulento en el que el protagonista abraza al fascismo por amor a su primera novia, porque el señor Monseñor amó tiernamente. También se entregó a la fe con igual empeño, pero por aburrimiento. Gran soñador si los hubo, incursionó en la ciencia y en el atletismo, con pésimos resultados. La precisión con la que la autora disecciona sus frustraciones nos obliga a tomar partido. ¿Habrá sido feliz nuestro hombre? Él supo andar y desandar los caminos con el candor de quien no tiene casi nada que perder. Emprende con el cuerpo y con el alma la búsqueda de lo útil. Y nos involucra.  Por eso odiamos la violencia de su madre. Nos rebelamos ante los rechazos que él acepta mansamente, y, sobre todo, celebramos su efímero, aunque importante logro: el Santo Grial de la civilización post moderna.

 

La figura de Monseñor, corporizada para siempre por la creatividad de Alejandro Levacop, nos irrita. El transcurso de su vida nos impacienta. Sus vicios, en cambio, nos llenan de una ternura indecible. ¿Cómo no rendirse al encanto perenne de sus criaturas de latón?

 

Esta novela se lee con pasión, con esa pasión que nos hace devorar las páginas del libro. Nos deleitamos en la pureza de la sintaxis, en una erudición exquisita. Nos oprime la cotidianeidad de los espacios. Y, dentro de una trama original, somos testigos del ensamble perfecto del hombre y sus circunstancias. Un destino signado por la búsqueda incesante del amor. Iluminado por su gran obra.  Golpeado por su destrucción y, por fin, confinado al lugar donde se lamen las heridas de las batallas que se pierden. ¿No serán también nuestras heridas de lectores desprevenidos?  “El movimiento continuo” nos induce, sin duda, a buscar nuevas respuestas.

Graciela De Mary

Provincia de Buenos Aires