Leer para escribir

 

 El miércoles a la noche

Quedó todo el asunto para el miércoles a la noche, amaneciendo jueves. Los de al lado van a empezar con todo el despelote. Ya sabés, lo de siempre: quemar un par de colchones, gritos, golpear las rejas con los caños de las canillas y todo eso. Ya arreglamos con El Polaco, el jefe de guardia de la noche, para que nos tire un centro. Dijo que sí, que va a fingir una cagadera, y se va a meter en el baño un rato, hasta que nosotros estemos afuera.

Tenemos las facas listas y un par de fierros que nos quedaron de la otra vez.

El dispositivo de las cámaras y toda esa mierda, va a dejar de funcionar a eso de las tres. Hay tiempo de sobra para rajar por el costado, saltar los dos alambrados y encarar para la entrada. Y, sí, si hay que hacer cagar a alguno, se lo hace cagar. Esto es así.

Y después correr, correr como unos hijos de puta, cruzar el arroyito y llegar hasta la ruta. Ahí va a estar Lopecito con una camioneta. Creería que, en un par de horas, llegamos a Uruguay.

Y ahí, quiero dar vuelta la historia. Para siempre, de una puta vez para siempre.

Siempre puede salir algo mal, eso lo sabemos. Pero si perdemos, seremos los mejores, si ganamos seremos eternos.

 

                                                                       Félix Loiácono